Salir a buscar toritos durante las festividades y las procesiones es una de las tradiciones que más disfruto, sobre todo cuando involucra amigos, familia y extranjeros que los ven por primera vez, aquí en Guatemala.
¿Sabías que hay toritos para el día y toritos para la noche? Los del día lanzan humos de colores y un tipo diferente de fuegos artificiales; y los de la noche son los de toda la vida. En las fiestas de estos días (Concepción y Guadalupe) también destacan las participaciones de moros que, con sus trajes coloridos, bailan y preceden a las procesiones. En casa tenemos la tradición de fotografiarnos con los micos, personajes que son encargados de colectar dinero entre la gente. Los micos suelen llevar un chicote para amenazar a quienes se rehúsan a contribuir y suelen actuar de forma chistosa para hacer reír a chicos y grandes.
En la fiesta de ayer, en la zona 1, vimos por primera vez un torito de día, pero de lejos; porque por el gentío no llegamos a tiempo para grabarlo. Un detalle encantador fue que desde una casa salieron dos señoras mayores y les ofrecieron panes y ponche a los policías que acompañaban al cortejo procesional y a los moros. Es un gesto generoso ofrecer comida y bebida a quienes pasan todo el día en esas. Algo muy agradable de este tipo de fiestas populares y callejeras es que uno encuentra amigos, cuates, colegas y conocidos que también comparten el gusto por las tradiciones y su algarabía.
El primer torito de la noche lo vimos en el Callejón de Maravillas, dos o tres cuadras antes de llegar a la casa de nuestros amigos, Sergio y William, en donde veríamos el paso de la procesión y el torito que queman sus vecinos para luego disfrutar de la tradicional sopa azteca que ofrecen, en compañía agradabilísima. Su casa siempre está decorada con piñatas tipo satélite, muy en estilo mexicano, y eso alegra la fiesta y suele causar admiración entre quienes pasan enfrente. Luego de ver el torito y tras el paso de la guadalupana nos sentamos a la mesa para disfrutar la cena, platicar y reírnos como micos hasta la una de la mañana.
Las costumbres, los ritos y las tradiciones tienen todo el sentido del mundo cuando se comparten. Unen generaciones y fortalecen vínculos en el tiempo y en el espacio. Y como escribió Gustav Mahler: «La tradición no es el culto a las cenizas, sino la preservación del fuego».
En 2021 escribí que las tradiciones no sólo nos dan un sentimiento y una sensación de comunidad, sino que cumplen una función sanadora frente a la desesperanza y a la inestabilidad. Aromas, alimentos y sonidos, texturas y colores, así como rituales, nos traen recuerdos y nos invitan a reflexionar. Fuegos artificiales, costumbres, disfraces y más son parte de aquel acervo rico y enriquecedor.
Cuando yo era niño, las historias de mi tía abuela, La Mamita,, acerca de toritos durante las fiestas tradicionales disparaban mi imaginación. Yo tenía muchas ganas de ver toritos y no fue hasta bastantes años después que vi el primero en San Juan del Obispo. Desde entonces, pocas cosas me emocionan, me divierten tanto y me ponen tan contento como salir a buscar toritos y verlos desplegando sus luces y sus colores entre la gente y salir correteado por uno. ¿Alguna vez te ha corrido un torito? Es de lo más chistoso y vibrante.
Pero la fiesta empezó el miércoles
Como vivimos en la Villa de Guadalupe y ese es un barrio vivo con mucho carácter, la fiesta empezó el miércoles 10 en la noche, cuando en la plaza frente a la iglesia del lugar hubo fuegos artificiales abundantes y música de banda propia de estos festejos.
Como cosa muy rara, el jueves 11 no amaneció con bombas y juegos pirotécnicos, rareza que se explicó en la madrugada del viernes 12 cuando la procesión fue recibida con por lo menos hora y media de fuegos artificiales y detonaciones que empezaron por lo menos 300 metros antes de la llegada del cortejo a la iglesia. ¡Todo ello alrededor del edificio donde vivo! Lo curioso es que en mi somnolencia no me podía despertar. Escuchaba la música y la tronazón y quería despertarme para grabar algo de la fiesta; pero no podía y no podía. Sólo la necesidad madrugadora de ir al baño logró que me levantara de la cama, momento que aproveché para grabar un poco de las luces y la fiesta alegre.
Para nosotros, en casa, es una dicha vivir de cerca y con toda su intensidad esta y cualquiera otra fiesta popular y callejera que se arme en el barrio. No sólo porque son parte de la cultura chapina, sino porque cada una nos deja recuerdos con los que vamos construyendo nuestra historia particular.
¡Viva las tradiciones que nos unen, nos sanan y nos llenan de fuego vivo! ¡Carpe diem con toritos, moros y algarabía chapina!




















